Un recorrido por los pueblos fantasmas de Colombia

Colombia es tierra de realismo mágico por lo que dentro de sus fronteras es común encontrar historias extraordinarias, y lugares llenos de fantasía. 

Alrededor del mundo se pueden observar vestigios de ciudades que han desaparecido o están deshabitadas, muchas de ellas se han convertido en paseos turísticos debido a su pasado, constituyéndose en sitios míticos. Otras por el contrario son solitarias y peligrosas.

Colombia, tiene muchas poblaciones que han desaparecido junto a sus pueblos debido a varios factores, como naturales, y bélicos, dejando así, sitios desolados que se han tornado turísticos y con una gran cantidad de historias, incluyendo algunas fantasmales. En esta oportunidad, mencionaremos cuatro de ellos, por ser los más resaltantes.

Armero (Tolima)

Esta población ubicada en el departamento del Tolima, el 13 noviembre de 1985 amaneció bajo una capa de lodo y escombros debido a la erupción del volcán Nevado del Ruiz, pereciendo el 96% de sus habitantes.

Calles vacías, en silencio y de vida fantasmal, así podría describirse a Armero, la ciudad colombiana, que en la década de los 70 y parte de los 80 pretendía ser próspera, cordial y alegre, hoy, en ruinas y completamente solitaria, dan cuenta de lo que fuera en otrora, debido a la erupción mortal del referido volcán, que dejó a la ciudad envuelta en lodo, lava y alrededor de 20.000 víctimas de las 29.000 con las que contaba la ciudad para el momento de la catástrofe, sumándose a éstas las 3.000 de poblaciones aledañas.

En la actualidad, a más de 30 años de esta catástrofe natural de sin igual magnitud, en sus desoladas calles solo se ven ruinas y tumbas en vez de casas, con epitafios en recuerdo de los familiares y seres queridos que allí vivieron, porque en Armero nadie pudo enterrar a sus muertos. Solo dos lugares se mantienen a medias, la plaza principal y una especie de santuario popular en el lugar donde murió la niña de 12 años Omayra Sánchez, que intentó mantenerse con vida tras quedar atrapada por una viga durante 60 horas y cuya agonía fue transmitida a todo el mundo. A ese santuario van centenares de personas a rendirle tributos pues la niña se ha convertido en un mito que dicen quienes creen, ha hecho milagros.

Asimismo, se cuenta sobre la maldición religiosa del cura Pedro María Ramírez, asesinado y arrastrado por el pueblo el 10 de abril de 1948 y quien antes de expirar maldijo a todo el pueblo y supuestamente le condenó para toda la eternidad, y fueron las prostitutas de la llamada Zona de Tolerancia de la localidad quienes le dieron sepultura.

Muchos afirman que Armero es una ciudad fantasmal, pero a la vez misteriosa, destruida en dos oportunidades por la devastadora lava del volcán Nevado en los años 1595 y 1845 y la tercera en 1985, (las tres fechas terminan en el número 5) y según la Kabalah este número es el de rigor, de Marte y de la guerra, de la Ley, de los 5 sentidos, de los 5 Evangelios y los 5 aspectos de la Tierra y de la Madre Divina, de la enseñanza y es el completo de la Ley Kármica.

Armero, llamada por muchos 'la ciudad blanca' por sus enormes campos de algodón, está convertida en una auténtica ciudad sepulcral, que fue borrada del mapa por la candente lava del Nevado del Ruíz y que en la actualidad hasta su nombre lo ha perdido, ya que el lugar se le conoce como la ciudad 'Camposanto'.

Jordán Sube (Santander)

Desolado, con una cantidad muy limitada de habitantes, este pueblo lucha por no desaparecer. Rodeado de un paisaje cautivador, el municipio Jordán Sube se localiza en las profundidades del cañón del Chicamocha, en el departamento de Santander.

Se trata de un pueblo privilegiado con la vista de una hermosa cordillera y adornada por abundantes cactus. Sin embargo, a pesar de la belleza de su paisaje, se trata del municipio con menos habitantes dentro de su casco urbano en Colombia, pues apenas mide 1,65 kilómetros cuadrados de extensión.

El silencio reina a diario en las escasas seis calles de pavimento y tierra del pueblo Jordán Sube porque tiene 1.047 habitantes, pero lo particular de este lugar es que el 94,92 por ciento de ellos viven en la zona rural y la cabecera municipal se encuentra básicamente desolada.

En este pueblo fantasma no hay comercios, ni restaurantes, ni almacenes de ningún tipo. Sus habitantes viven de la siembra de productos tradicionales como el café y y algunas frutas.

Visitar este lugar resulta un poco difícil porque tampoco hay hoteles. Únicamente existe una pequeña posada que cuenta con apenas ocho habitaciones. Además, la única manera de llegar al pueblo fantasma colombiano es en vehículo particular por una angosta carretera de 20 kilómetros que está conectada con la vía Bucaramanga-Bogotá, y es que ninguna ruta de transporte público sirve a este lugar.

Además, hace muchos años que no hay ningún nacimiento en el pueblo. Como no hay un hospital ni una farmacia, todas las embarazadas se trasladan a pueblos cercanos para dar a luz.

Tampoco hay muertos, pero no porque de alguna forma misteriosa hayan encontrado la piedra filosofal, sino porque sencillamente no hay cementerios. Ni tampoco escuelas secundarias. La única escuela del pueblo solo llega al noveno grado. La institución está albergada en una antigua residencia de ancianos que quedó en desuso por falta de abuelos.

¿Pero qué le pasó a este lugar para llegar a su estado fantasmal? Algunos atribuyen la situación a una maldición, pero hay quienes ofrecen otras explicaciones.

Unos atribuyen este estado de desidia a la época de la violencia bipartidista. Dicen que en los años 40, los liberales que allí vivían huyeron de esas tierras y jamás volvieron.

Otras versiones indican que el pueblo se quedó atrapado en el pasado cuando se construyó la troncal Bucaramanga-Bogotá, que proporcionó una vía alterna para los viajeros. Anteriormente Jordán Sube, era un paso obligado de la arriería entre esas dos ciudades. Cuentan que el mismísimo Simón Bolívar pasó por allí varias veces porque era el camino real que lleva al puente Lengerke.

San Cayetano (Cundinamarca)

San Cayetano, como todos los pueblos colombianos, vivía en los años 80 y 90 del siglo pasado el alboroto y las vicisitudes de los problemas políticos y sociales de nuestro país.

Desafortunadamente ubicado en la mitad del corredor estratégico entre Pacho y Muzo, donde el narcotráfico y los negocios de esmeraldas de 'El Mexicano', Gonzalo Rodríguez Gacha, se desarrollaban por mucho tiempo, San Cayetano y sus alrededores era considerada una “zona Caliente”.

Pero esto no preocupaba ni le “movía el piso” a sus habitantes. Mas allá de ejército, paramilitares y guerrilla merodeando por sus campos, lo que real y físicamente les movía el piso eran unos temblores esporádicos, movimientos de tierra producto de fallas geológicas enormes y acomodo de las placas tectónicas de las montañas que lo rodean. Acostumbrarse a convivir con estos temblores puede ser relativamente fácil.

Pero lo que no aceptaban sus habitantes, a lo que no se puede acomodar nadie, es a ver sus casas con enormes grietas en paredes, techos y pisos, creciendo día a día. Conciliar el sueño e intentar descansar con la incertidumbre de que la casa se le venga encima, es angustiante.

Igualmente desolador, es sentir que todo su capital, todo el dinero invertido en tener casa propia, se va esfumando poco a poco por cuenta de un capricho de la naturaleza que se quiere tragar sus propiedades junto con sus ilusiones. Asimismo, personal interesado en este caso, científicos y geólogos presagiaba un desprendimiento de tierras que podía ser trágico.

La epopeya de San Cayetano comenzó en 1999. Ese año los habitantes del pueblo empezaron a notar que las paredes de sus casas se estaban rajando, las calles se estaban hundiendo y hasta los pilares de la iglesia estaban agrietados. Los estudios técnicos que se adelantaron para explicar lo que estaba pasando arrojaron una terrible conclusión.

La falla geológica que pasa por el municipio se había reactivado y amenazaba con tragarse literalmente a todo el pueblo. Como si lo anterior fuera poco, como consecuencia de los imperceptibles movimientos telúricos la masa lodosa que por 50 años había acompañado a la localidad también se reactivó y empezó a desplazarse velozmente, lo que aceleró el agrietamiento de las vías y estructuras físicas del casco urbano.

Siberia (La Calera, Cundinamarca)

En la vía La Calera-Chingaza, en medio del paisaje montañoso y frío de Cundinamarca, La Siberia ha sido por años un punto de visitas para los amantes del terror, las historias de miedo, o los que gustan de la adrenalina y quieren pegarse un buen susto. No más imagínese un pueblo desocupado, en el campo, a la media noche, así no pase nada. Seguro ya estará predispuesto y si pasa un ratón, se asustará.

En 1933 cuando La Calera era tan solo un caserío y el Parque Natural Chingaza no existía, la cementera Samper (la primera del país en ese entonces) construyó la planta La Siberia, una proeza de infraestructura. Actualmente, más de 80 años después, solo quedan ruinas corroídas, pisos y paredes abrazados por la maleza, chécheres viejos y polvorientos, una fuente de mitos y un imán que atrae a curiosos.

La construcción contaba con la fábrica, iglesia, hospital y casas para los trabajadores. Tenía, además, tres hornos daneses y enormes chimeneas que sucumbieron ante el tiempo y el abandono. Ya van casi 20 años desde que cerró esta cementera donde trabajaban 200 operarios que producían 1.500 toneladas de cemento marca Samper.

Después atravesar dificultades por al recesión económica, y capotear al sindicato de trabajadores, la fábrica fue clausurada en 1999 y poco a poco los obreros la fueron abandonando. Así ha permanecido hasta ahora. Han sido años para alimentar historias de fantasmas y actividades inexplicables que han atraído a curiosos por años.

Cementos Samper ya no existe, fue comprada por el grupo mexicano Cemex, quienes están en una lucha constante para evitar que la gente vaya a La Siberia, porque, según ellos, no hay nada de fantasma ni mucho menos está abandonada. Por el contrario, la están desmantelando y está en marcha un plan de desarrollo urbanístico para darle vida una vez más a esta zona y dejar atrás al pueblo fantasma.

Ruinas, escombros carcomidos por el viento, la lluvia, las flora y los animales, pero también los daños, basura y grafitis que años de turismo han dejado en sus paredes. La Siberia, además de la fábrica, tenía iglesia, colegio, hospital, casas, cooperativa, canchas de fútbol, tiendas, famas y droguerías para los trabajadores y sus familias, unas 80, quienes al principio no pagaban arriendo.

Algunas de las historias que se cuentan, es que estando cerrada, en la clínica de Siberia los celadores empezaron a ver que las luces se encendían dentro del lugar; también dicen que escuchaban pasos y veían a una enfermera, incluso, fuera de la cementera.

Hace algunos años, una periodista del Canal Caracol contó que durante una visita al pueblo fantasma con su equipo, escucharon un coro de niños cantando “es María la blanca paloma”. Sin embargo, gente de la zona comentó que ese día hubo una procesión y que probablemente los coros venían de esas personas, no de niños fantasmas.

Sin embargo, son solo eso, historias, y además de escombros y ruinas no hay nada más. De hecho, la entrada no es legal porque la propiedad es de Cementos Cemex, quienes prohiben el ingreso, aunque no lo pueden controlar porque se trata de predios gigantes y aunque tienen seguridad, no pueden contener a tanto curioso.

Fuente: colombia.com

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