Una calle emblemática de La Habana: Tejadillo

Más de un nombre ha tenido la calle Tejadillo, una de las más transitadas de La Habana. Comienza en el monumental pórtico de otrora Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio y culmina en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Los nombres de las calles de La Habana, como muchas otras ciudades, han surgido de la imaginación popular y de acontecimientos que han ocurrido en ellas. Por supuesto que Tejadillo no es la excepción.

Algunas aseguran que “Del Tejadillo” se le decía haciendo referencia a un tejadillo que existía en el siglo XVII para resguardar a sus moradores de las inclemencias del tiempo. Y es que antiguamente todas las casas allí eran de guano y solo una tenía techo de tejas.

No obstante, hay quienes suscriben que en algún momento también se le conoció como la calle del Conde de Ibáñez, personalidad que vivió por 1884 la casa que hace esquina a la calle Cuba y posteriormente en 1928 el Ayuntamiento le cambió el nombre por Lola Tió, en homenaje a la poetisa.

Esta calle, sumamente populosa, comienza en la esquina de San Ignacio, frente al pórtico del Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, integrada a la obra de la Catedral Metropolitana de La Habana y concluye en el Museo de Bellas Artes.

Solía ser una barriada cenagosa y habitada por gente humilde. Pero desde fines del siglo XVIII, se establecieron aquí hasta 1890 unos famosos baños, que tomaban el agua de un abundante manantial que existía y le dio otros aires a la calle.

El actual historiador de La Habana, Eusebio Leal asegura en su libro Regresar en el tiempo que “la calle terminaba en su otro extremo en los lienzos de la muralla casi ante la puerta de Colón y frente al baluarte de San Juan de Dios, ambos demolidos en 1863. Antes de existir el célebre colegio habanero, se llegaba sin dificultad atravesando una huerta a la playa de las tortugas, que estaba en el área inmediata al actual parque de Luz y Caballero, exactamente donde luego se edificó el primitivo muro en 1727, que se conocerá en el siglo XIX como la Cortina de Valdés”.

Fue una calle ilustre en cuanto a sus vecinos. Aquí vivió el educador cubano José de la Luz y Caballero, en la cuadra entre Cuba y Aguiar, en una casa ya desaparecida; también habitó el doctor Tomás Romay y en la casa número 54 pasó los últimos días de su vida, el primer historiador de la ciudad, el doctor Emilio Roig de Leuchsenring. Aunque no vivió exactamente en esta arteria, en el edificio con número 57 y 59, Fidel Castro tuvo su primer despacho de abogados.

La calle es una antigua vía de comunicación de la Habana Vieja y es testigo de lo que fue la ciudad de intramuros en tiempos de La Muralla. Quienes la visiten verán lo que fueron algunas de las residencias más importantes y vistosas del siglo XIX. En la casa número nueve, por ejemplo, aún se conserva en el zaguán, una de las rejas más bellas de la ciudad, dicho por el historiador Eusebio Leal.

Al final, en lo que es hoy el Museo Nacional de Bellas Artes, solía estar los paredones de la muralla y después el año 1888, se ubicó allí el Mercado de Colón, más conocido como Plaza del Polvorín. Quienes recorran este tramo de la ciudad, encontrarán no solo escuelas, viviendas, hoteles o instituciones. Hallarán, sobre todo, la historia de una ciudad contada por su gente.

Fuente: caribbeannewsdigital.com

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