Dron de 56 gramos

¿Se ha preguntado usted alguna vez cómo las hormigas, las abejas y otros insectos comparables son capaces de desplazarse muy lejos de su hogar y aun así encontrar el camino de vuelta?


La respuesta a esta pregunta no solo es relevante para la biología, sino también para programar a robots autónomos del mismo tamaño que tales insectos.

Esos robots diminutos, que pesan desde unas decenas de gramos hasta varios cientos, podrían tener interesantes aplicaciones en el mundo real. Gracias a su poco peso, son extremadamente seguros en cuanto a su interacción con humanos; incluso si chocan accidentalmente contra una persona, es casi imposible que puedan herirla. Eso los hace idóneos para tareas en escenarios atestados de gente.

Otra ventaja es que, por su pequeño tamaño, pueden desplazarse por zonas estrechas.

Su tamaño hace también más fácil que el coste de fabricación por unidad sea bajo. Ello puede hacer viable el desplegar grandes flotas de drones con las que inspeccionar rápidamente una gran superficie, por ejemplo, todo el interior de un invernadero, para la detección precoz de enfermedades de las plantas o de plagas de insectos que también las amenacen.

Sin embargo, hacer que estos robots diminutos funcionen por sí solos es difícil, ya que, en comparación con robots de mayor tamaño, disponen de recursos extremadamente limitados. Su CPU y demás componentes deben ser tan pequeños que resulta difícil que puedan funcionar con el mismo nivel de sofisticación que robots más grandes.

Un equipo encabezado por Tom va Dijk, de la Universidad Tecnológica de Delft (TU Delft) en los Países Bajos, buscó inspiración en cómo las hormigas reconocen visualmente su entorno a partir de algunos rasgos que les sirven de mojones y combinan eso con un recuento somero de sus pasos, para volver a su hormiguero directamente, sin extraviarse.

Estos robotistas han empleado la misma estrategia para su minúsculo robot volador (dron) de 56 gramos de peso.

El sistema de orientación del dron, utilizable en otros robots minúsculos, permite que el robot sepa regresar al punto desde el que inició su trayecto, incluso si este ha sido muy largo, y para ello tan solo necesita 0,65 kilobytes de memoria por cada 100 metros.

El sistema, tanto en su versión natural como en la artificial, se basa en contabilizar someramente la distancia recorrida por el insecto o el robot y en memorizar algunos rasgos característicos del terreno con los que el insecto o el robot se van topando a lo largo de su ruta.

El dron en acción y los animales en los que se han inspirado sus creadores para diseñarlo.

En el futuro, drones diminutos autónomos como el probado ahora podrían tener una amplia gama de usos, desde el control de existencias en almacenes hasta la localización de fugas de gas en instalaciones industriales.

Van Dijk y sus colegas exponen los detalles técnicos de su nuevo sistema de guiado de robots insectoides en la revista académica Science Robotics, bajo el título “Visual Route-following for Tiny Autonomous Robots”

elmundoalinstante.com 

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