La ‘Fête des Lumières’ es el momento cumbre de una ciudad que también deslumbra el resto del año.
Lola Parra Craviotto
Apenas la noche caída, una mano dispone una vela en el alféizar de una ventana. Una segunda y una tercera candela la acompañarán. Progresivamente, el resto del edificio se irá iluminando. La escena se contagia de un edificio a otro hasta dotar a los plácidos barrios de Lyon de un hermoso manto místico. La agitación se apodera entretanto del centro en esa noche de principios de diciembre.
¡QUE SE HAGA LA LUZ POR TODA LA CIUDAD!
Los edificios emblemáticos de esta ciudad del sudeste de Francia gozan de una espléndida iluminación, como la catedral de Saint-Jean y la colina de Fourvière, mientras un sinfín de espectáculos sonoros y visuales sumergen las calles y plazas en un ambiente festivo de mil colores.
El vehemente y dinámico paisaje lumínico de la Fête des Lumières acontece cada año desde finales del siglo xx. La tradición se remonta concretamente al 8 de diciembre de 1852, cuando el mal tiempo amenazaba con aplazar la inauguración de una estatua dorada dedicada a la Virgen. Aquel día los lioneses colocaron espontáneamente velas ante sus ventanas para aclarar el cielo y evitar que la colocación de la estatua se cancelara.
LYON DESDE LA COLINA DE FOURVIÈRE
Lyon es una elegante ciudad burguesa establecida en la convergencia de dos ríos caudalosos de aguas límpidas: el Ródano y el Saona. Con más de medio millón de habitantes, la capital de la región de Auvernia-Ródano-Alpes se sitúa como la tercera urbe más poblada de Francia tras París y Marsella. Se dice que los lioneses son gente de carácter frío y muy devotos de la Virgen María, pues aseguran que salvó a la ciudad de la peste que a mediados del siglo xvii sacudía el sur de Francia.
Cuentan que la Virgen también amparó Lyon de la invasión prusiana de 1870, en cuyo agradecimiento se construyó una robusta e imponente basílica sobre la colina de Fourvière.
MÁRMOLES SOBRE LA CIUDAD
De inspiración bizantina, gótica y románica, sus formas sencillas y sobrias de fortaleza mariana custodian una rica decoración interior de mármoles blancos y azules, granito rosa, ónix verde, fragmentos de plata y oro y detalles de ébano y marfil. Los espléndidos mosaicos de los laterales cuentan la relación de María con la iglesia, así como con Francia. En la parte exterior, una explanada ofrece un panorama grandioso sobre los tejados rojizos de la ciudad, e incluso de los lejanos Alpes en días claros.
UNA COLINA, TAMBIÉN, ROMANA
A nuestros pies, Lyon se extiende de oeste a este, de acuerdo con la prolongación histórica que conoció la ciudad desde la fundación de Lugdunum por los romanos en el año 43 a.C. La colonia romana se convertiría más tarde en la capital de las tres provincias de la Galia. Apenas unos minutos a pie separan la majestuosa basílica de piedra blanca de dos teatros milenarios, situados en la Rue de l’Antiquaille. El más grande de ellos es de hecho el más antiguo de Francia. El Santuario de Cibeles y las Termas completan el yacimiento arqueológico de Lugdunum.
EL VIEUX LYON ENTRE ‘TRABOULES’
Fourvière es uno de los cuatro barrios de Lyon inscritos en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, junto con la Croix-Rousse, la Presqu’île y el Vieux Lyon. Ubicado al pie de la colina, este último preserva su elegancia renacentista de antaño a través de una multitud de edificios coloridos de los siglos xvi y xvii. Memoria de una época en la que mercaderes de toda Europa acudían a las cuatro ferias anuales organizadas en la ciudad, las calles empedradas del Vieux Lyon conducen por un vasto laberinto de pasadizos y patios camuflados entre los edificios. Son los llamados traboules: discretos pasajes que enlazan una calle con otra por medio de patios interiores. Así es como, a través de una elegante escalera de caracol y unas galerías de tonos cálidos, el número 6 de la Rue des Trois Maries conecta con el número 27 de la calle Saint Jean, vía en la que se sitúa la catedral.
UNA IMPONENTE CATEDRAL
Bajo un tímido sol invernal, a las doce en punto de la mañana, nos encaminamos hacia el templo gótico, levantado a orillas del Saona entre 1180 y 1480. Las estatuas de ángeles decapitados en la fachada son un testimonio de las guerras de religión que enfrentaron a católicos y protestantes en 1562. La catedral lionesa fue escenario de la coronación del papa Juan XXII en 1316 y del matrimonio de Enrique IV y María de Médicis en 1600. Penetrar a esa hora precisa en el santuario permite vivir un instante extraordinario en el que la melodía del reloj astronómico rompe el sacro silencio. En la parte más alta de una torre con cerca de diez metros dispuesta en el transepto norte, una serie de autómatas (ángeles, Virgen, Espíritu Santo…) se accionan para representar la Anunciación.

FOTO: ISTOCK
LYON DE ‘BOUCHON’ EN ‘BOUCHON’
El reloj de la catedral anuncia la hora del almuerzo, delicioso momento del día en el que los aromas de la cocina tradicional de Lyon se evaden de los restaurantes conocidos como bouchons. Su origen se remonta al siglo xviii, cuando las cocineras de la burguesía, apodadas mères lyonnaises, abrieron sus propios mesones. Allí servían una sencilla pero refinada cocina casera, como la quenelle, una especie de salchicha a base de miga de pan, grasa de ternera y carne de ave o de pescado. Reconocibles por su decoración rústica y sus manteles de cuadros rojos y blancos, los bouchons prosperaron durante el período de entreguerras. Tanto la Primera Guerra Mundial como la crisis del Crac del 29 golpearon duramente la economía francesa, provocando que las familias acomodadas hubiesen de prescindir del servicio doméstico. Las cocineras vieron entonces la oportunidad de abrir sus propias tables. La excelente reputación de estos locales llevó al crítico culinario Maurice Curnonsky a atribuir a Lyon el título de «capital mundial de la gastronomía» en 1935. En aquella época la Guía Michelin crea su conocida clasificación por estrellas y la mère lyonnaise Eugénie Brazier recibe tres en 1933. En el 12 de la Rue Royale se halla su restaurante, la Mère Brazier, con la espléndida fachada art déco, los ventanales y la cerámica mural de origen. Sus fogones los dirige hoy Mathieu Vianney, pero en los años 40 aquí se formó uno de los grandes chefs del siglo xx: Paul Bocuse, apodado el Papa de la Gastronomía Francesa.
UNA CIUDAD PARA LA GASTRONOMÍA
Con más de 4000 restaurantes, de los cuales 19 tienen estrellas Michelin, Lyon es una de las ciudades francesas con más tables (mesas de restaurante) por habitante, así como una referencia culinaria mundial. Así lo confirma la inauguración en octubre de 2019 de la Cité Internationale de la Gastronomie de Lyon, un inmenso centro cultural alojado en el Grand Hôtel-Dieu, en la Presqu’île o península. Antiguo hospicio, hospital y maternidad desde el siglo xii –aunque la mayor parte data del siglo xvii–, su última rehabilitación le otorga una alianza perfecta entre patrimonio histórico y elegante diseño moderno. Bajo un asombroso techo de cristal y a través de 4000 m2 distribuidos en cuatro plantas, el visitante puede disfrutar de exposiciones sobre la historia de la gastronomía lionesa, talleres de cocina, degustaciones y un sinfín de experiencias.
UNA PENÍNSULA PARA LA CREATIVIDAD
La Presqu’île se extiende entre el Ródano y el Saona, y alberga la principal zona comercial del centro de Lyon. Los coloridos bloques de viviendas energéticamente sostenibles construidos a partir del año 2000 en el barrio de La Confluence contrastan con los distinguidos edificios que ocupaba en la parte norte la burguesía del siglo xix. De tal época fecha la última gran urbanización de este barrio, con el soberbio palacio de la Ópera, de 1831 y renovado en 1993 por Jean Nouvel con una bóveda de cristal que, en la fachada principal, sobresale tras las esculturas de las musas griegas. En las noches de espectáculo, la iluminación carmín del techo acristalado advierte al visitante que la representación acontece en ese preciso instante.
Enfrente de la Ópera, al otro lado de la Place de la Comédie, se sitúa el Ayuntamiento, cuya entrada principal da a la emblemática Place des Terraux, urbanizada en el siglo xvii sobre unos terrenos pantanosos, destinados antaño a las ejecuciones y al mercado de cerdos.
TERREAUX, UN EPICENTRO INEVITABLE
En el centro de la plaza Terraux se erige la fuente de 21 toneladas de hierro y plomo esculpida por Frédéric-Auguste Bartholdi, autor de la Estatua de la Libertad. Gustave Eiffel habría colaborado en esta obra en la que la Marianne (personificación de la República Francesa) conduce un carro tirado por cuatro caballos que simbolizan los principales ríos de Francia. La obra fue un encargo de Burdeos, que no pudo asumir la factura final. La ciudad de Lyon pudo así adquirirla durante la Exposición Universal de París de 1889 e inaugurarla tres años más tarde en la plaza Terreaux.
DE CONVENTO A MUSEO IMPRESCINDIBLE
El Palacio de Saint-Pierre se alza en el lado sur de la plaza. Tras la Revolución Francesa, esta antigua abadía fue despojada de su función religiosa y, en 1803, reabrió transformada en Museo de Bellas Artes. Alrededor del apacible claustro,70 salas acogen una de las colecciones más valiosas de Francia en obras de la Antigüedad, pintura impresionista y arte oriental.

FOTO: ISTOCK
CROIX-ROUSSE, EL BARRIO DE LOS TRABAJADORES
El prestigioso Museo de Bellas Artes se encuentra ubicado al pie de la colina de la Croix-Rousse. El barrio fue testigo de una época en la que Lyon se alzaba como la principal ciudad obrera del país, debido en gran parte al auge de la industria de la seda en sus laderas, escenario de las revueltas de los canuts (trabajadores de la industria de la seda) en la primera mitad del siglo xix. Elevándose sobre seis plantas, la escalera en diagonal de la Cour des Voraces es uno de los más de 160 traboules que sirvieron a los obreros para dispersarse durante las insurrecciones, y que después serían un refugio durante la Segunda Guerra Mundial.
Muchos traboules fueron construidos a mediados del siglo xix, en las entrañas de edificios de techos altos y grandes ventanales que albergaban imponentes telares de madera. El ruido hipnótico de estos persiste aún en los talleres municipales de la asociación Soierie Vivante (sedería viva), abiertos a todo curioso que desee visitar los dos últimos talleres-apartamentos, donde trabajaban y vivían los canuts.
EL MURAL DE LOS LIONESES ILUSTRES
La Croix-Rousse, «la colina que trabaja» –en oposición a Fourvière, «la colina que reza»– defiende su carácter alternativo, reflejado hoy en el arte urbano que impregna sus calles. Como en el Passage Mermet, cuyos 80 escalones empinados resplandecen bajo un manto de motivos vegetales, degradados en tonos azulados, blancos y amarillos. Los murales más insólitos son los trampantojos de CitéCréation, un grupo de artistas surgido en Lyon en 1978. La Fresque des Lyonnais, de 1995, constituye su obra lionesa más célebre: 30 personalidades de la ciudad asomadas a unos falsos balcones pintados a lo largo y ancho de 800 m2: el emperador romano Claudio, los hermanos Lumière o Antoine de Saint Exupéry junto al Principito.
EL PULMÓN VERDE DE LYON
En el margen opuesto del Ródano se extiende el pulmón verde de Lyon: el parque de la Tête d’Or. Su nombre proviene de la leyenda sobre una cabeza de Cristo de oro macizo que habría sido enterrada en algún punto de sus más de cien hectáreas; se cuenta que a mediados del siglo xix, los trabajadores que excavaban el lago del parque encontraron el tesoro y que, al disputárselo, habrían hecho llorar a la imagen divina, cuyas lágrimas llenaron el lago. La realidad es menos enigmática, pues el lago lo irriga un brazo del Ródano. Mientras un grupo de cisnes se mueve con elegancia por sus aguas, manadas de cebras, jirafas, leones y antílopes reinan en el zoo de acceso libre y gratuito, rodeado de árboles centenarios así como de un parque botánico con invernaderos tropicales y un jardín de rosas con más de 450 especies de todo el mundo.
Cualquier visita a la Tête d’Or culmina con un espectáculo en el Véritable Théâtre Guignol, la marioneta creada en torno a 1808 por Laurent Mourguet. Abrigo marrón de botones dorados sobre los hombros, pajarita roja bajo el mentón, sombrero de cuero, una larga trenza de color azabache… Este personaje ataviado como un canut ganó fama no solo en Lyon sino en toda Francia hasta el punto de que su nombre es ahora sinónimo universal de títere. Memoria de un esplendor de otro tiempo que perdura en el Lyon de hoy.