En nuestro planeta, las brújulas responden al campo magnético terrestre, pero una vez alejados de este, las cosas son distintas.
En la Tierra, una brújula es una herramienta vital que se lleva utilizando más de mil años para navegar con éxito hasta los confines del planeta. La primera mención a la atracción magnética de una aguja data de un libro escrito entre los años 20 y 100 en China. Desde entonces se ha utilizado para explorar todo nuestro planeta. Pero ¿Qué ocurre más allá de la Tierra? ¿Sigue siendo útil la brújula? Y, si es así, ¿hacia dónde apuntaría?
“Una brújula en el espacio medirá cosas diferentes dependiendo de dónde exactamente te encuentres en el espacio – explica Jared Espley, científico planetario del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, en una entrevista -. Una brújula seguiría funcionando técnicamente en el espacio, pero no necesariamente te apuntaría de vuelta a la Tierra. En cambio, apuntaría al polo norte del campo magnético que sea más fuerte, en relación con el lugar del espacio en el que se encuentre la brújula”.
En nuestro planeta las brújulas responden al campo magnético terrestre. La brújula en sí es un imán, y su polo norte se alinea naturalmente con el polo sur del propio campo magnético de nuestro planeta. El campo magnético se genera por corrientes eléctricas que fluyen a través del núcleo metálico fundido de nuestro planeta, que giran en un motor llamado geodinamo. La Tierra es el único planeta rocoso del sistema solar con un campo magnético tan fuerte.
Este campo magnético surge del planeta y se extiende al menos 370.000 kilómetros, creando una región alrededor de la Tierra que se conoce como magnetosfera. En el hipotético caso de que un astronauta quisiera usar una brújula para regresar a la Tierra, probablemente necesitaría estar dentro de esta magnetosfera para que la brújula registre el campo magnético del planeta. Sin embargo, el campo magnético no es un límite particularmente duro.
La evidencia de las rocas lunares sugiere que la Luna alguna vez tuvo un campo magnético, pero el núcleo interno del satélite natural se ha desacelerado y enfriado desde entonces, lo que provocó que perdiera su campo magnético. Y, como la Luna, otros cuerpos celestes en nuestro sistema solar carecen ahora de un campo magnético fuerte. Por ejemplo, hace unos 3.900 millones de años, el geodinamo de Marte se desaceleró misteriosamente, debilitando drásticamente su campo magnético, lo que finalmente resultó en la pérdida de su atmósfera.
Pero incluso sin los campos magnéticos planetarios de estos cuerpos celestes intactos, un astronauta que se encuentre en la Luna o Marte aún captaría algunas señales magnéticas. Aunque no de la Tierra.
De todos los planetas del sistema solar, es más probable que una brújula apunte hacia Júpiter. Esto se debe a que la magnetosfera de Júpiter es enorme. Según la NASA, la magnetosfera de Júpiter es la estructura más grande del sistema solar, con 21 millones de kilómetros de ancho. Esta magnetosfera gigante es generada por el núcleo de hidrógeno metálico del planeta y actualmente está siendo estudiada por la nave espacial Juno para comprender mejor cómo se crean los campos magnéticos.
Pero ¿qué pasa si un astronauta no está dentro de la magnetosfera de un planeta? La opción siguiente es el Sol, cuya heliosfera o campo magnético solar, se extiende tres veces más lejos que Plutón. Más allá de esta influencia, probablemente te encuentres que has perdido el norte. Literalmente.