Safari en Kenia. Pirámides de Egipto. Playas paradisíacas en Cabo Verde o Seychelles. Gorilas en Rwanda… Son los grandes y clásicos destinos turísticos que atraen a más de 50 millones de visitantes de todo el mundo al continente africano cada año. El turismo en África, cada vez más alimentado por los propios viajeros africanos, representa hoy casi un 9% de la economía total del continente. Y mientras el último informe anual sobre el desarrollo económico en África de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), indica que la contribución total del turismo al Producto Interior Bruto de África ascenderá a 296 mil millones de dólares para el año 2026; el pronóstico apunta a la creación de 29 millones de empleos para 2026; 8 millones de trabajos más que los que se generaron durante 2016.
Sin embargo, el turismo de hoy en África no se limita a safaris ('viajes' es kisuajili) y playas de aguas cristalinas. Y es que en el continente, también, existe ese gran nicho de mercado emergente que a escala global ha crecido un 58% en los últimos cinco años: el turismo urbano. Coger el funicular para visitar la famosa Table Mountain de Ciudad del Cabo. Realizar una excursión de un día a la Casa de los Esclavos de la Isla de Gorée, frente a Dakar. Visitar el Museo Nacional de Etiopía, en Addis Abeba, donde se encuentra el esqueleto de Lucy (la que fuera considerada durante mucho tiempo la abuela de la Humanidad). O salir de ruta nocturna para disfrutar de la rica oferta musical de la ciudad de Kinshasa. Son solo algunas de las posibilidades que las metrópolis africanas ofrecen al visitante
No es casualidad que la startupnorteamericana Uber esté dando prioridad a las ciudades africanas. Cuatro años después de empezar a trabajar en el continente, ya emplea a casi 2 millones de conductores tan solo en África Subsahariana. O que la plataforma de alquiler de viviendas en línea, Airbnb, desde que empezara a operar en Sudáfrica, haya aumentado el numero de reservas internacionales un 259% y las reservas nacionales un 183%. No obstante, hay una factura local a todo este auge: un creciente fenómeno de gentrificación, o la exclusión económica gradual de las personas más pobres de dichas comunidades, que ya no pueden permitirse vivir en sus barrios debido al aumento de los precios de las propiedades.
A pesar del florecimiento global del turismo urbano, solo cinco ciudades africanas, tres de ellas en Sudáfrica, figuran en la clasificación de las 100 mejores metrópolis por su calidad de vida según Mercer. Cortes frecuentes en los suministro de electricidad, canalización insegura del agua del grifo, transporte público inadecuado, congestión del tráfico o malas conexiones de vuelos desde los aeropuertos locales, pueden ser, en muchos casos, revulsivos para el crecimiento del turismo urbano. Y es que, parece que las ciudades africanas tienen tanto a ofrecer como transformar.
¿Cómo las ciudades inteligentes pueden fomentar el turismo en África?
Puede que, como se suele criticar, la "ciudad inteligente" sea una herramienta de marketing y una oportunidad de negocio para grandes empresas del sector. Incluso, que debido a esta dependencia de lo público hacia lo privado, muchas iniciativas privadas estén teniendo más peso de la cuenta en la planificación urbana y en el modelo de ciudad que cada urbe desarrolla. Y hasta cuesta negar que, las smart cities pueden incrementar la brecha digital entre sus residentes o que muchas de esta tecnologías se acaban limitando solamente a los barrios más ricos, especialmente en ciudades del Sur del Sahara, donde más de la mitad de la población urbana vive en barrios informales. Pero es innegable que una buena gestión del big data y las tecnologías inteligentes pueden modernizar, y mucho, la gestión de las ciudades, no solamente mejorando la calidad de vida de sus residentes, sino haciéndolas más atractivas para el turismo y contribuyendo a desarrollar las economías locales.
Los viajeros quieren vivir experiencias divertidas y aprovechar al máximo su tiempo disfrutando de todas las posibilidades del lugar donde se encuentren. Una ciudad inteligente debe poder facilitar itinerarios fáciles, rápidos y atrayentes al visitante; tener acondicionamiento de sensores y servicios para la mejorar de la eficiencia energética; mejorar la movilidad inter-urbana y las conexiones urbanas, periurbanas y rurales (para retroalimentar y enriquecer la oferta al turista urbano); mejorar la seguridad vial y controlar la delincuencia en las calles por medio de cámaras de video-vigilancia; prestar información accesible y completa sobre actividades culturales, alojamientos, restaurantes y puntos de interés para el visitante; ofrecer wifi gratuito de alta velocidad en zonas públicas, etc.
En África ya hay ciudades inteligentes, o al menos, algunos espacios urbanos con tecnología punta destinada a ofrecer este tipo de servicios y facilidades. La controvertida Eko Atlantic, en Lagos, Nigeria, es un ejemplo. Aunque detrás de su sofisticada tecnología hay muchísimos retos urbanos para la mayoría de residentes de la megaurbe, que no pueden permitirse vivir en este barrio. En Kigali, una zona económica especial albergará la Kigali Innovation City, una urbe para incubadoras tecnológicas, universidades y empresas locales e internacionales, que disfrutarán de tasas de impuestos preferenciales y exención aduanera. Una imagen que se ha vendido a bombo y platillo a los inversores extranjeros, pero que no deja de ser ilusoria y mítica cuando se analiza en un contexto mayoritario de pobreza.
Fuente: elpais