Las calles de Buenos Aires se ven de otra manera de la mano de Borges

Exploramos los barrios de Buenos Aires donde vivió y creó Jorge Luis Borges, el escritor argentino más reconocido.


Palermo es uno de los barrios más grandes de Buenos Aires, y también uno de los más dinámicos. Entre tiendas de moda, restaurantes boutique y cervecerías artesanales sobreviven casas centenarias de portales angostos, patios ajedrezados y enredaderas que trepan por las fachadas. En una residencia así vivió Jorge Luis Borges hace un siglo, y es uno de los puntos clave de la ruta por su vida en las calles porteñas.

El Palermo actual apenas se parece al que vio el escritor, el más importante de Argentina, ganador del premio Cervantes en 1980 y eterna apuesta perdida de un Nobel que jamás llegaría.

La manzana fundacional (para Borges)

Esta había sido su patria chica, al punto que en su famoso poema Fundación mítica de Buenos Aires rechazaba las teorías de la creación de la ciudad sobre las barrancas del Río de la Plata, “el río color de león”, y aseguraba que los conquistadores españoles habían realizado la ceremonia en “una manzana entera pero en mitá del campo”, la delimitada por las calles “Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga”.

El tramo de Serrano desde la Plaza Julio Cortázar (otro integrante del olimpo de las letras argentinas) hasta la transitada Plaza Italia fue renombrada como Jorge Luis Borges, un homenaje que el escritor quizás no haya aceptado en vida.

En el número 2135, en una casa de ladrillos que nada tiene que ver con la vivienda antigua, una placa recuerda que Borges vivió desde los 2 a los 13 años antes de partir a Europa.

El arroyo que era una frontera

Las rutas como las que organiza City Tour Literario permiten aproximarse tanto a los sitios de la vida real como a los situados en las obras del escritor.

Cerca de la casa de Serrano se encuentra la avenida Juan B. Justo, donde debajo corre un arroyo, el Maldonado, que hace un siglo era territorio de “guapos y compadritos”, como se denominaban a los marginales que siempre estaban dispuestos a zanjar cualquier conflicto con un cuchillo de hoja larga.

Muchos de sus poemas y cuentos transmiten la fascinación infantil por estos personajes, como El hombre de la esquina rosada.

Tras las huellas del escritor

Para dar con las huellas de Borges en la capital argentina hay que tener un poco de espíritu de detective, como el Isidro Parodi que este autor inventó con su amigo Adolfo Bioy Casares bajo el seudónimo conjunto de Honorio Bustos Domecq.

Bioy vivió con la escritora Silvina Ocampo en la fastuosa residencia de estilo racionalista de Posadas 1650, en el elegante barrio de Recoleta, donde durante 40  Borges iba a comer una vez por semana.

Cerca está el Cementerio de la Recoleta, camposanto de militares, presidentes y terratenientes, donde Borges había asegurado que jamás estaría compartiendo la tumba en el mausoleo familiar. Y cumplió: está enterrado en Ginebra, donde fue a buscar la muerte en 1986.

Uno se puede desviar hacia otra parte del gigantesco Palermo, al zoológico, donde un pequeño Jorge Luis y su hermana Norah miraban absortos al tigre, felino que volvería una y otra vez a sus cuentos.

El grupo de Florida

O se puede seguir al centro. Un bar de Recoleta tiene dos estatuas de tamaño real de Borges y Bioy compartiendo un café, pero el escritor ciego frecuentaba los locales de la calle Florida como el Richmond, en el downtown porteño, una de las pocas arterias peatonales que ahora es una sombra del esplendor de tuvo hace 70 años.

Borges integró el grupo de intelectuales “de Florida”, antagonista en las artes literarias con el “de Boedo”, un barrio más alejado y protagonista de algunos grandes capítulos del tango.

La casa de Plaza San Martín

Desde 1944 Borges vivió a pocos pasos de la Plaza San Martín, una de las pocas barrancas naturales de una ciudad plana como una baldosa. En el 6º B de la calle Maipú 994, donde lo único que se escucha son las bocinas y ruidos de motores, una placa de bronce en la fachada de mármol recuerda que esta era su residencia.

No muy lejos se encuentra el edificio que fue sede de la Facultad de Filosofía y Letras (Viamonte 340), donde dio clases de Literatura Inglesa desde los años ’50, y a un par de calles, en la parte superior del centro comercial Galerías Pacífico (atención a los murales de su cúpula) se encuentra el Centro Cultural Borges.

Donde trabajaba

Si se continua hasta el sur se llega al barrio de San Telmo, otro territorio de tangos y compadritos, en donde Borges trabajó durante 18 años como director de la Biblioteca Nacional (México 564).

Pero si se quiere conocer cómo era su despacho hay que retroceder sobre los pasos y regresar a Recoleta, para entrar en el nuevo edificio de esta institución, una mole de estilo brutalista que desentona con las residencias afrancesadas que la rodean.

Allí se encuentra su escritorio original y muchos de sus libros, en el que el escritor buscaba datos y citas a pesar de haber perdido casi completamente la vista.

El legado del escritor

Pero el lugar indicado para acercarse a su vida y obra es la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, creada por su viuda María Kodama en un palacete de Anchorena 1660, contiguo a la casa donde vivió entre 1938 y 1943.

Además de eventos, concursos y exposiciones, esta institución creó un pequeño museo con objetos personales del escritor, como su biblioteca, las primeras ediciones de sus libros y algunos manuscritos; su colección de bastones, cuadros, talismanes y sus premios, condecoraciones y diplomas recibidos.

En el primer piso se ha recreado su dormitorio de la casa de la calle Maipú 994, donde vivió en un mundo de tinieblas pero iluminado por el recuerdo de la literatura.

cerodosbe.com

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