Grandes o pequeños, tranquilos o vibrantes, perfectos para ir en familia, para relajarse o para perderse en noches eternas. ¿Cuál es el tuyo?
El pueblo costero perfecto te espera en Andalucía
Los hay grandes y vibrantes, con todo tipo de servicios, con chiringuitos cool y planes cada día y cada noche. Los hay tranquilos, íntimos casi, con apenas una playa de aguas cristalinas, con vecinas con sus sillas en las puertas. Con su extenso litoral, Andalucía alberga en su costa cientos de pueblos diferentes, perfectos para todos los gustos y, eso sí, siempre con una gastronomía excepcional. ¿En cuál te perderás este verano?
Barbate (Cádiz)
Si Barbate te suena y nunca la has visitado, debe ser su exquisito atún de almadraba lo que ya conoces de ella. Sin embargo, además de un arte pesquero milenario y una excelente gastronomía, en esta localidad de fachadas encaladas, suelos empedrados y macetas floreadas hay otros tesoros, como el Parque Natural de la Breña y Marismas del Barbate, que nos brindará un precioso paseo con vistas a pinares y acantilados. Pero la razón principal por la que Barbate atrae a miles de turistas cada año son sus amplias playas: en Sajorami Beach te ofrecen la posibilidad de dormir en ellas, a pie de arena, y disfrutar del placer veraniego imprescindible de degustar un mojito en su chiringuito, contemplando el atardecer.
Conil (Cádiz)
Aunque la mayoría de los visitantes que aterrizan en estas latitudes cada año lo hacen atraídos por sus inmensas playas de arena blanca, Conil tiene mucho más con lo que embaucar al viajero. Por ejemplo, un valioso casco histórico con ejemplos aún en pie de su rico pasado, como La Chanca, un inmenso espacio renacentista levantado en el siglo XVI, en el que se desarrollaban todo tipo de actividades relacionadas con la industria del mar: aquí se reparaban embarcaciones, se guardaban aparejos y se cortaba, salaba y curaba el atún capturado en las almadrabas. Hoy se puede visitar y, por supuesto, se puede seguir degustando el magnífico atún de la zona en alguno de los muchos restaurantes de la localidad. Pruébalo en tartar en Feduchy Lounge; no te arrepentirás.
Casares (Málaga)
Casares tiene el encanto de nuestras abuelas: huele a romero y pino, a comida recién hecha; es pulcro, blanquísimo y coqueto; sabe el nombre de los árboles y lleva y trae flores frescas ; nos ofrece un regazo siempre tierno que invita a entrecerrar los ojos y acomodarse. Su parte alta, serrana y fresca, ofrece todo aquello que esperamos de un pueblo blanco andaluz; su área costera nos regala estampas perfectas de sol, mar y felicidad. Allí tiene el beach club Finca Cortesín, de Preferred Hotels & Resorts, un alojamiento que -podemos afirmarlo sin temor a equivocarnos- es uno de los mejores de Europa. A un par de kilómetros de la orilla se encuentran sus habitaciones y villas, donde nos quedaríamos a vivir todo el verano.
Maro (Málaga)
Eso sí, si no te convence tanta modernidad y buscas todavía más tipismo, tu destino es Maro, pedanía blanquísima de Nerja y un absoluto placer para los sentidos. Allí, en el pueblo, las vecinas aún sacan las sillas a la fresca, mientras que bajo los acantilados, en las playas, se mezcla una algarabía de nudistas, textiles, niños, guitarras y perros que miran el mar ensimismados con las vistas: las aguas transparentes no exigen gafas, pero si las llevas, podrás disfrutar con ejemplares como la simpatiquísima tortuga boba, uno de los muchos habitantes del Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo. Otras son el coral anaranjado (vulnerable a la extinción) , las praderas de Posidonia, el colorido pez doncella o el llamativo pez luna.

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La Herradura (Granada)
Está situada en el litoral granadino y separada de la provincia de Málaga por un imponente cerro, pero La Herradura disfruta también de la belleza de uno de los escenarios subacuáticos más privilegiados de toda España, el Paraje Natural Marino de los Acantilados Maro-Cerro Gordo. Como mejor se disfruta es buceando, para lo que puedes aliarte con escuelas como Open Water La Herradura. En tierra, los apenas 3.000 habitantes de la localidad se reparten entre casas en el campo y a lo largo de los dos kilómetros de costa de su preciosa bahía -de ahí lo de ‘herradura’, trufada de restaurantes en los que comer buen pescaíto, como La Sardina.
Isleta del Moro (Almería)
La Isleta del Moro es el típico pueblo pequeño -pero pequeño de verdad: tiene 171 habitantes- donde todavía te encuentras las barcas saliendo a faenar y, horas después, a los pescadores llevando sus delicias a los restaurantes cercanos. Para probar las mejores, dirígete al Club Municipal de la Tercera Edad. Sí, sabemos que puede resultar extraño que te recomienden este tipo de establecimientos, pero es que allí sirven el pescado más fresco y el más exquisito arroz, sazonado con preciosas vistas a toda la bahía virgen del Parque Natural de Cabo de Gata.
Chipiona (Cádiz)
Quien no encuentre atractivas las playas más cool de Cádiz y sus chiringuitos chill out, que se vaya a Chipiona. Allí, donde nació la más grande -Rocío Jurado, por supuesto- sentirá la auténtica esencia gaditana, esa que tiñe el aire de sal con su brisa, esa de calles en las que la gente todavía se da los buenos días. Necesario: parar en la bodega El Castillito y pedirse una tapa de atún al natural acompañada de un Moscatel. Imprescindible: darse un baño en sus playas inmensas. Recomendable: subir a su faro, el más alto de España -y el tercero de Europa, y el quinto del mundo- y disfrutar de las vistas azules tras haber subido sus 322 escalones.
Punta Umbría (Huelva)
Si por algo es famosa Punta Umbría es por sus kilómetros y kilómetros de costa y por sus inmensas playas de arena blanca. Anclada entre la famosa ría de Huelva –donde confluyen el río Odiel y el Tinto- y el Atlántico, la península en la que se halla Punta se encuentra rodeada de mar casi por todas partes. Por ello, la playa de su mismo nombre se encuentra, sí, muy concurrida, pero si te diriges hacia los Enebrales, en el otro extremo de la localidad, encontrarás un arenal mucho más tranquilo, que asoma al Paraje Natural del mismo nombre y cuenta con un paisaje repleto de dunas, pinos piñoneros, lentiscos y romero. Es solo un ejemplo de que en este pueblo, sin construcciones megalíticas pese a su popularidad, todavía se puede vivir un verano de pura paz.
Torre de Benagalbón (Málaga)
Calles encaladas con macetas multicolor, chalets a pie de playa, un paseo marítimo ‘agreste’ en forma de ‘itinerario ecológico’, aguas en calma, antiguas ruinas árabes. Torre de Benagalbón es un municipio pequeño y tranquilo en el que aún se puede vivir un verano como los de antes, algo que han sabido apreciar los bon vivants. De ello dan fe las urbanizaciones de lujo y el campo de golf con el que también cuenta. A un paseo, eso sí, se encuentra la animada Rincón de la Victoria, municipio al que pertenece, con todos los servicios imaginables y un inolvidable paseo marítimo que se abre paso entre las rocas.
El Rompido (Huelva)
Casitas blancas de pescadores, barcas varadas en el río, hoteles y restaurantes donde disfrutar de la buena vida… Todo eso es el pequeño pueblo onubense de El Rompido, pero nos quedaremos con su mayor peculiaridad: su cercana, singular y protegida lengua de arena, un área dunar de más de 12 kilómetros de longitud que forma parte del Paraje Natural Marismas del Río Piedras y Flecha del Rompido. Únicamente es posible llegar hasta ella en un barco que cruza el estuario en zig-zag, recogiendo pasajeros en la orilla ‘continental’ del río y dejándolos en la otra, a las puertas del paraíso que es su inmensa playa: Nueva Umbría, una de las playas nudistas oficiales mejor consideradas de España por su entorno salvaje y el gran tamaño de su área delimitada.
Mazagón (Huelva)
Es muy probable que, una vez que acabe el verano, aparezcan en tus sueños las pintorescas pasarelas de madera que ofrecen acceso a una de las playas más bellas del sur, la de Mazagón. Los 17 kilómetros de arenales vírgenes de este pueblo onubense combinan a la perfección, además, con su ecléctico ambiente: todavía permanece el colmado con cañas de pescar y anzuelos, que ahora se entremezclan con los flotadores de flamencos rosa y los pareos de inspiración hindú. También está la heladería de barrio, esa que asegura que vende los mejores helados de leche merengada del mundo y la pescadería “de toda la vida” con chiringuitos como Cherengueti, con vistas al mar, buena música y carta sencilla y deliciosa. Y, para dormir, una apuesta segura: el Parador de Mazagón.

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Zahara de los Atunes (Cádiz)
En tierra, las casas encaladas, las calles sencillas pero repletas de placeres para el visitante. Enfrente, el infinito. O más bien las kilométricas playas de Zahara y alguna que otra sorpresa, como los restos de uno de los emblemas de la población: El Vapor, un barco encallado en 1893 que viajaba desde Gibraltar a Liverpool cargado de azúcar. La tripulación fue rescatada, aunque no así el barco, ni la carga. Estamos en la Playa del Carmen, pero hay 16 kilómetros de costa en este municipio, con algo para todos: en la Playa Cabo Plata, un antiguo búnker militar de 1940 se levanta imponente entre las rocas, mientras que en la Playa de los Alemanes, los chalets con piscinas infinitas descansan en la ladera del monte como si fueran a desprenderse en cualquier momento. Aquí va una idea: recorrerlas todas a caballo.
Estepona (Málaga)
Estepona tiene un paseo marítimo repleto de palmeras, un puerto deportivo, playas anchas y kilométricas y chiringuitos propios de Ibiza, como Sonora Beach, siempre con una potente apuesta por la música en directo. En otras palabras: Estepona tiene todo lo que requiere una localidad turística para merecer su título, e incluso un poquito más en forma de centro urbano blanco y peatonal. Sin embargo, no suele estar en nuestro radar vacacional veraniego. Tiene sentido: es difícil hacer frente a gigantes del sol y playa como Torremolinos, Marbella o Benalmádena. Poco a poco, no obstante, grandes de la industria están siendo conscientes de sus posibilidades. La cadena hotelera Ikos, por ejemplo, acaba de abrir allí un todo incluido de lujo del que es imposible salir no queriendo volver.
Torrox (Málaga)
Torrox no está en México, pero allí, el aguacate es denominación de origen. ¿La razón? Su clima, que sí que parece tropical. Tanto, que la ciencia afirma que es el mejor de España. Si combinamos este dato con sus nueve kilómetros de playa y un núcleo de casitas encaladas colgadas sobre una colina, entenderemos por qué este es uno de los destinos preferidos por las comunidades europeas asentadas en Málaga… y seguro que también por ti. Pista local: no te vayas de Torrox sin probar su cotizado aguacate -y su mango, ya acabando agosto- en el mercadillo de los lunes. Y deja hueco también para unos espetos en chiringuitos como Varadero Beach.
Almuñécar (Granada)
Temperaturas tropicales y un sol que brilla -pero no achicharra- 321 días al año son sus credenciales. Almuñecar, sin embargo, es más que buen tiempo. Cuenta, por ejemplo, con un largo pasado histórico reflejado en edificios como el Castillo de San Miguel o la antigua Factoría de Salazón de Pescado. Tiene también nada menos que 26 playas, todo tipo de equipamientos turísticos y, por supuesto, múltiples alojamientos y restaurantes. Para una cena de postín recomendamos Firmvm, donde deleitarse con platos como la milhojas de foie micuit o el pulpo seco, las gyozas de centollo o los corazones de alcachofa con cigalas de Motril.
Manilva (Málaga)
A un paso de Cádiz y poca distancia de Marbella y Sotogrande se encuentra Manilva, con un nutrido pasado que se materializa en el yacimiento arqueológico de Castillejos de Alcorrínel, en el Castillo de la Duquesa -construido en 1767- y en los restos del Ingenio Chico, antigua fábrica de azúcar. Manilva cuenta además con un puerto deportivo de primer orden, el de la Duquesa, y su turismo, al igual que el de las localidades mencionadas, suele ser de alto standing. La zona, de hecho, cuenta con urbanizaciones de lujo y campos de golf, aunque muchos de sus habitantes aún se dedican a la agricultura, la ganadería y la pesca. Pero vamos a sus playas (hay cinco), entre las que se encuentra una rara avis en la zona: la de Punta de la Chullera, de aguas cristalinas, vigilada por una antigua torre y compuesta por múltiples rocas y acantilados bajos que le otorgan una apariencia casi de litoral portugués. Eso sí, para quienes prefieren tostarse con todas las comodidades, la Playa de la Duquesa o la de Sabinillas, frente a la barriada de pescadores del mismo nombre, son algunas de las mejores opciones.
Salobreña (Granada)
Salobreña aparece como un bellísimo pueblo blanco que casi sale despedido del peñón en el que se encuentra ubicado, una instantánea que se hace inevitable cuando se avistan las primeras casas. Bajo el mismo se sitúan varias de las mejores playas de la provincia, incluidas algunas ‘secretas’ como El Cambrón o El Caletón, a las que es un poco más complicado acceder. Eso sí, todas son de arena y guijarro, por lo que se recomienda ir con los pies protegidos. En la mesa salobreñera encontrarás espichás (boquerones) pulpo seco,sardinas “espetás” en caña y migas de pescado. Pruébalos en El Peñón, asomado a unas vistas de las que dejan sin aliento.
Gualchos-Castell de Ferro (Granada)
La pequeña y bellísima playa de La Rijana tiene todo lo que se necesita para ser feliz: un entorno íntimo -la cala es pequeña y está protegida por dos peñones, que la abrigan del viento y la marea-; un paisaje virgen, un pequeño chiringuito y un punto de fantasía, otorgado por las últimas piedras de la torre que vigilaba las incursiones de los piratas berberiscos. El acceso hay que hacerlo a pie por un terreno empinado, lo que nos asegura una ocupación no demasiado alta, como ocurre con prácticamente todas las playas de esta tranquila localidad de calles estrechas y centenarias.

Alamy. Texto: Redacción Traveler
Matalascañas (Huelva)
Rodeada completamente por el Parque Nacional de Doñana, Matalascañas es pura civilización: cuenta con altos edificios vacacionales frente al mar y con una población de unos 2.600 habitantes que, en verano, se convierten en más de 100.000. Basten esos datos para entender que estamos en una localidad de esas que hacen del sol y playa su principal industria, con lo bueno y lo malo que ello conlleva: una gran oferta de ocio y mucha gente junta para disfrutarla. Eso sí, la conectan con la naturaleza más pura enormes arenales como los de la Torre de la Higuera o El Asperillo, muy cercanos a Doñana. Y aquí un secreto: en la vecina Almonte se encuentra una playa que admite nudismo perfecta para disfrutar en -casi- soledad: Cuesta Maneli, a la que se llega tras algo más de un kilómetro a pie, con tramos en pendiente y a pleno sol. Sí, hay que esforzarse para alcanzarla, pero merece la pena.
Isla Cristina (Huelva)
La lonja de Isla Cristina es la primera en venta de producto fresco de Andalucía y la segunda de toda España tras el puerto de Vigo: de aquí salen, al año, unas diez mil toneladas de pescado. En el puerto pesquero, en torno a las 16:00, el trasiego de marineros -y gaviotas intentando robar alguna pieza- es máximo y digno de contemplar.
Si, con todo este ambiente marinero, te apetece también a ti darte un paseo en barco, siempre puedes sumarte a las Excursiones Marítimas Isleñas, que te llevarán a paisajes tan especiales como el Paraje Natural Marismas de Isla Cristina, donde verás garzas reales, correlimos, garcetas y hasta flamencos. Y para acabar el día, nada como probar los frutos del mar en alguno de estos dos restaurantes con historia: El Abuelo Mañas o La Sal.
El Palmar de Vejer (Cádiz)
Vejer de la Frontera tiene playa: se llama El Palmar, y se extiende a lo largo de ocho kilómetros de bella costa atlántica salvaje, junto a la que no encontramos edificios, pero sí vacas pastando, burros rebuznando y camaleones haciendo equilibrios. Aquí se viene, sobre todo, a hacer surf: puedes probar la experiencia en la escuela El Palmar Surf, o, si eres más de observar que de participar, retirararte a degustar platos tradicionales, como el atún de almadraba, en el restaurante El Alférez, donde también sirven exquisiteces más ‘modernas’, como la parpatana al horno en crema de espárragos. Aunque si lo que buscas es diversión y buen ambiente, no fallarás en chiringuitos como Cortijo El Cartero y Origen, donde además de ricos platos, se ofrece música en directo y un nutrido grupo de gente llegada de toda España con ganas de pasarlo bien durante todo el día y parte de la noche.
San José (Almería)
Es bohemio y tiene carácter. Así es la aldea marinera de San José, de alguna manera, constituida en “capital” de Cabo de Gata -aquí hay supermercados, bancos y farmacias, algo no tan común en la zona. Debido a la apabullante belleza desértica de su entorno, durante el verano, sus 800 habitantes se multiplican y la música y el buen ambiente retumban por todas partes. Los visitantes adoran la Playa de los Genoveses y la Playa del Mónsul, lugar donde se rodó, por cierto, Indiana Jones y la última cruzada. Es fácil entender por qué.
Rodalquilar (Almería)
“Rodalquilar forma un semicírculo de tierra labrada y verdeante, con algo de apariencia de anfiteatro. Las roquizas montañas alzan sus muros como si quisieran abrigarlo y defenderlo de la vulgaridad de la vida civilizada, adurmiéndolo en sus abruptos senos de piedra”. Poco ha cambiado la descripción del paisaje de este antiguo pueblecito minero que hizo la escritora Carmen de Burgos y Seguí en 1909. Eso sí, quien acude a este trozo de costa almeriense lo hace hoy, sobre todo, con la perspectiva de darse un baño en el Playazo, de aguas cristalinas poco profundas, enmarcado entre formaciones rocosas esculpidas por el viento y protegido por el Castillo de San Ramón.
Chiclana de la Frontera (Cádiz)
Chiclana de la Frontera está dividida en dos partes separadas por el río Iro: La Banda, situada en la zona más periférica -en el pasado estuvo rodeada de campos, hoy transformados, en gran parte, en urbanizaciones con lujosos hoteles y campos de golf, como Gran Meliá Sancti Petri- y El Lugar, la Chiclana de siempre: la del centro del pueblo, esa que vive al son del tañido de las campanas de sus iglesias y se moja los labios en sus bodegas históricas. Ambas se abren con hospitalidad para el viajero ávido de verano, al igual que sus playas infinitas.
Benajarafe (Málaga)
Benajarafe constituye uno de los pocos enclaves costeros malagueños a los que no han llegado casi rascacielos, ni hoteles de lujo, ni campos de golf. Para entender hasta qué punto su explotación es baja comparada con otras zonas de esta provincia tradicionalmente turística, diremos que su paseo marítimo fue inaugurado en 2005. Eso sí, desde entonces, su costa -cuenta también con una zona alta, diseminada entre cortijos y caseríos- se ha puesto las pilas, dotando a su playa principal de todos los servicios… pero sin renunciar a ese carácter humilde y familiar que le aporta tanto encanto.
Mijas (Málaga)
Callecitas empinadas siempre impolutamente encaladas, macetas de colores rebosantes de geranios, fabulosos miradores sobre el monte y el mar, casitas descansando entre pinares y palmeras… Hablamos de Mijas Pueblo, encaramada a hermosas montañas con vistas al mar. Porque el mar queda debajo, en Mijas Costa, una localidad eminentemente turística repleta de tiendas de souvenirs, edificios altos y chiringuitos con olor a aftersun, en la que aún es posible encontrar, sin embargo, arenales bastante tranquilos y semi salvajes, como Playamarina.
Tarifa (Cádiz)
Que la playa de Valdevaqueros haya sido elegida como la mejor de España este año ya parece razón suficiente para hacerse una escapada a Tarifa. Sin embargo, como cualquiera sabe, no es la única: también están sus olas, perfectas para practicar surf y kitesurf, su rica cocina -una parada en el longevo Las Rejas es sinónimo de éxito gastro- y su animada vida nocturna, que se materializa en chiringuitos de moda como La Santa. De hecho, si lo que buscas es estar en el meollo día y noche, puedes alojarte en Tangana, con restaurante y bungalows en la mismísima playa de Valdevaqueros. El ligoteo está asegurado.

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Torrenueva (Granada)
Torrenueva es una localidad costera con todo lo que se espera de ella: edificios altos frente al mar, una playa urbana con todos los servicios, varias opciones de ocio, pero también, milagro, algunos secretos en forma de arenales con poca o poquísima afluencia. Es el caso de la Playa de la Joya, con zona nudista, de difícil acceso pero bello entorno. También merece un paseo la playa Maruja García, con muy, muy poco público a pesar de contar con arena fina, pues está algo alejada del núcleo urbano.
Nerja (Málaga)
Qué difícil no meter en esta lista a Nerja, que representa el perfecto pueblecito veraniego para tantos y tantos españoles desde la emisión de la famosa serie allí emplazada (Verano azul). Vale que es una localidad bastante grande (ronda los 25.000 habitantes), pero vamos a quedarnos en su casco viejo. Que sí, parece ya casi un decorado puesto ahí para los turistas, pero ¡qué decorado tan bonito! El paseo por sus calles es siempre agradable, la oferta turística y hostelera, inmensa, y sus vistas al cielo y el mar, una postal que nunca olvidarás.
Las Negras (Almería)
Tras surcar valles espaciales y ‘cortijillos’ perdidos, Las Negras aparece con hechuras de pueblo blanco mágico. Allí, los aparatos de aire acondicionado yacen erosionados por el salitre, las casas blancas se visten de buganvilla y flotan dulcemente las barcas tatuadas con nombres de viejas amantes. Hasta su playa urbana parece anclada en otra década. Sorprenden también las curiosas escenas costumbristas que surgen entre artistas, bohemios y vecinas que toman prestada la mesa del bar para tejer durante una tarde entera. Nada como contemplarlas desde La Sal, restaurante junto a la bahía que supone la mejor excusa para una cena romántica bajo las estrellas -pedid gallo pedro y gamba roja-. No te puedes marchar, eso sí, sin haber visitado la joya de la zona: la cala San Pedro, considerada como uno de los últimos reductos hippies de España gracias a su particular colonia. Se trata de un bello arenal que podemos alcanzar en lancha desde Las Negras o a pie durante una fascinante ruta de cuatro kilómetros que comienza en la calle Las Agüillas.