Cada día son más las ciudades en las que se presentan manifestaciones en relación con la excesiva cantidad de visitantes o al comportamiento cívico de estos. Hay quienes piensan que tales manifestaciones tienen un tinte político y las dirigen personas que buscan desprestigiar a los gobiernos locales respecto al estado de la ciudad, sus necesidades y problemas, culpando al turismo receptivo de todos los males que los alcaldes y gobernadores no pueden solucionar; sin embargo, existen una serie de elementos que pueden estar afectando a las poblaciones residentes y que deben ser tomadas en cuenta para una mejor ponderación de tales
reacciones.
Recientemente, en Barcelona, España, miles de personas salieron a la calle a protestar contra el continuo aumento de visitantes en dicha ciudad, demandando a las autoridades que se pongan límites a dicho crecimiento en virtud de la cada vez mayor reducción de los espacios recreacionales y servicios públicos debido a la presión causada por los flujos de turistas nacionales e internacionales. Esta situación no es nueva, ya en ocasiones anteriores la población local ha alzado su voz porque el transporte público se ha hecho insuficiente debido a la creciente avalancha de visitantes, al igual que se han visto reducidos los espacios públicos donde pasear con sus hijos. Estas protestas vienen enarbolando la bandera de la saturación y buscan acciones contundentes por parte del gobierno local.
En las Islas Canarias, las protestas contra los visitantes extranjeros han tenido otro matiz, y es que los residentes se quejan del negativo comportamiento de buena parte de estos turistas y exigen respeto por sus costumbres, su ciudad y pobladores. El mensaje lanzado en abril pasado fue Turista, respeta mi tierra, y además exigía a las autoridades mayor vigilancia y control respecto al ingreso y al comportamiento de estos a fin de evitar la afectación de las comunidades locales; no quieren turistas que contaminen playas y otros recursos naturales, o que se excedan en elconsumo de alcohol u otras drogas.
También en otras ciudades europeas como Málaga, Atenas, Mallorca y Reikiavik, así como varias de América, existe preocupación por el desmedido aumento de los flujos de viajeros, y su comportamiento, que de una u otra manera comienza a afectar la vida local. Al igual que en estas ciudades, hoy día en muchas otras también se debate sobre el volumen y tipo de visitante que quieren recibir en sus territorios.
Para entender mejor el problema desde el punto de vista de la capacidad instalada y su posible saturación, es interesante comparar la población de algunas ciudades vs el número de visitantes anuales que reciben:
1. Barcelona, España: Población Local: 1,6 millones, según último censo, vs 15,6 millones de visitantes en 2023, según Observatorio de Turismo de Barcelona -OTB-, equivalente a 1,3 millones de visitantes mensualmente.
2. Islas Canarias: Población Residente: 2.238.336, según último censo, vs 14,1 millones de visitantes, según el Instituto de Estadísticas -ISTAC- del Gobierno de Canarias equivalente a 1,17 millones de visitantes mensuales.
3. Islandia: Población Residente: 393.600 según último censo, vs 1,8 millones de visitantes según data 2023 World Bank, equivalente a 150.000 llegadas mensuales.
4. New York: Población 8,2 millones cifra último censo, vs 61,8 millones de visitantes, según la Oficina de Turismo Local, equivalente a 5,15 millones de visitantes mensuales.
Normalmente una ciudad se planifica para poder satisfacer las necesidades de espacios y servicios públicos que requerirá su población, para tal fin se proyecta como podría crecer esta de manera de definir su capacidad instalada futura, pero en pocos casos se proyecta bien el comportamiento de la población flotante la cual incluye al turismo receptivo.
El ingreso por concepto de turismo receptivo es muy importante para las ciudades porque alimenta la cadena de bienes y servicios turísticos, sin embargo, las inversiones para poder adecuar la oferta de espacios y servicios públicos a los continuos crecimientos del volumen de visitantes, además de ser muy altas, no se logran ejecutar con la misma velocidad en la que crecen las necesidades de la población local y la flotante.
En algunos destinos turísticos se observan distorsiones en el mercado inmobiliario producto de un alto volumen de inversiones de turistas extranjeros en viviendas vacacionales lo cual encarece el precio de las viviendas para los residentes locales. Miami y las islas Azores son un buen ejemplo de esta situación.
En el problema que analizamos también está presente el tema de sostenibilidad, ya que la masificación del turismo en algunas ciudades está causando efectos negativos en la sostenibilidad ambiental y sociocultural, y no puede considerarse solo la sostenibilidad económica de esta actividad si están afectados los aspectos antes mencionados.
Otros de los problemas que se hacen difíciles de controlar con la masificación del turismo son el lavado de dinero y el tráfico de drogas.
Controlar los volúmenes de visitantes es una tarea compleja ya que afecta las futuras inversiones en el destino, pero quizás desde el punto de vista urbano si pudieran establecerse nuevas variables y normas respecto al desarrollo de la oferta hotelera y no hotelera. El control del comportamiento de los visitantes compete a las autoridades policiales, pero estas muchas veces son insuficientes. La cultura de control no es igual en todos los países ya que tiene matices políticos; no es lo mismo el control que existe en Singapur, Japón o en China, al que pueda haber en España u otros países europeos.
La saturación de muchos destinos turísticos es una realidad, sus consecuencias, parcialmente analizadas en este artículo, requieren de mucha coordinación entre autoridades y sector privado. Los flujos de turismo seguirán creciendo y quizás sea necesario desarrollar nuevos destinos y limitar otros ya afectados.
Willian J. Bracho
Abogado, Especialista en Dº de la Navegación
Maestría en Gerencia del Turismo Sostenible
wjbracho@yahoo.com