La orden ejecutiva habla de un “escudo de defensa antimisil de próxima generación para defender a sus ciudadanos y a la infraestructura crítica contra cualquier ataque aéreo extranjero”.
Era de esperar que las medidas de Donald Trump, en todos los apartados, llegaran apenas ocupara su puesto. Y ahora le tocó a la tecnología y la defensa. Inspirado en la famosa Cúpula de Hierro (Iron Dome) de Israel, un proyecto desarrollado por las firmas Raytheon y Rafael para el ejército israelí, Trump se ha propuesto traer de regreso un plan directo desde los tiempos de la Guerra Fría, su propio escudo en el cielo.
Pero, pese al enorme presupuesto en defensa que tiene Trump, la orden ejecutiva de Trump para crear un “escudo de defensa antimisiles de próxima generación que permita defender a sus ciudadanos y a la infraestructura crítica contra cualquier ataque aéreo extranjero a la Patria” es, en el mejor de los casos, técnica y presupuestariamente difícil.
Si bien el sistema Cúpula de Hierro está diseñado para proteger ciudades o instalaciones de amenazas de misiles y drones de alcance relativamente corto, alrededor de 80 kilómetros, la geografía del país y los países que lo rodean, harían que solo sea eficiente frente a un ataque que partiera de Canadá o México… Y en ciudades que estuvieran a 80 kilómetros de la frontera, lo que reduce su número a un mínimo.
“Cada sistema Cúpula de Hierro puede defender un área de aproximadamente 400 kilómetros cuadrados – explica el analista nuclear Joe Cirincione -. Necesitaríamos desplegar más de 24.700 baterías Cúpula de Hierro para defender los 95 millones de kilómetros cuadrados de los Estados Unidos continentales. A 100 millones de dólares por batería, eso sería aproximadamente 2.470.000.000.000 dólares”.
Y este sistema de 2,4 billones de euros sería bueno solo contra armas relativamente pequeñas y lentas, no contra misiles balísticos intercontinentales. Sin embargo, el proyecto de Trump tiene una vuelta de tuerca: se trataría de un sistema completamente diferente, uno que, entre otras cosas, pone armas interceptoras en órbita. Al menos así se lee en la orden ejecutiva que afirma que el proyecto persigue la “defensa de los Estados Unidos contra misiles balísticos, hipersónicos, misiles de crucero avanzados y otros ataques aéreos de próxima generación por parte de adversarios similares, casi similares y rebeldes”.
La idea de los interceptores situados en órbita ha existido desde la década de 1960, cuando se propuso el Ballistic Missile Boost Intercept, o BAMBI, pero nunca se construyó. El concepto resurgió en 1983, bajo la Iniciativa de Defensa Estratégica del presidente Ronald Reagan, con la propuesta de Brilliant Pebbles (Guijarros brillantes), que proponía una red de satélites pequeños y autónomos diseñados para interceptar misiles balísticos intercontinentales. La idea finalmente fue descartada debido a obstáculos tecnológicos, así como a preocupaciones sobre el aumento del coste de poner armas en el espacio.
Otro antecedente más reciente llega del propio Trump que, en 2018, propuso un concepto de arma espacial basado en un haz de partículas en el espacio. Pero finalmente archivó la idea debido a la enorme cantidad de energía necesaria para destruir un misil con energía dirigida. La idea se vuelve más factible con misiles espaciales, en lugar de láseres o partículas, pero sigue siendo increíblemente difícil y costosa.
Para todo este proyecto habría voces en contra, como la de Laura Grego, científica del Programa de Seguridad Global de la Unión de Científicos Preocupados, quien calificó la idea de Trump como una fantasía: “La Cúpula de Hierro está diseñada para interceptar cohetes de corto alcance y proyectiles de artillería, que es una amenaza muy diferente a los misiles balísticos de largo alcance que apuntarían a los EE. UU. La interceptación de misiles balísticos intercontinentales requiere un sistema completamente diferente y mucho más complejo”.
Pero también hay voces a favor, como la de Rebeccah Heinrichs, miembro del Hudson Institute, que considera el proyecto como un “salto monumental en la política”, pero más que por satélites debería estar formado por un sistema de defensa de misiles en capas que incluya sensores e interceptores basados ??en el espacio para “proporcionar la cobertura y la eficacia necesarias” y otros en tierra firme.
Visto todo esto, el proyecto Cúpula de Hierro de Trump podría ser una combinación de satélites y baterías en tierra que protegieran el país tanto de ataques intercontinentales como de drones o misiles de menor tamaño .